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Mucho se ha dicho, poco se ha hecho
Repasemos: con la guerrilla como excusa han quedado evidentes los planes de Estados Unidos en Colombia. Sumémosle la chance o amenaza de que el presidente uruguayo, Tabaré Vázquez, firme un tratado bilateral con Barack Obama, lo que de hecho provocaría una ruptura del Mercosur. Lo que nos crea la sospecha, de que el jefe de Estado norteamericano está buscando cabezas de playa[1] para recomponer su influencia en el continente. Al listado se agrega un incidente mayúsculo: la crisis institucional desatada en Honduras.
Hagamos memoria: a las cinco y media de la mañana del 28 de junio, el mandatario hondureño Manuel Zelaya, fue derrocado por un golpe de Estado. La maniobra fue orquestada por la Justicia y el Congreso, pero ejecutada por un grupo de 200 militares. Al deportado Zelaya, sus detractores le objetan el afán reeleccionista, que se habría puesto de manifiesto cuando convocó a una consulta popular para reformar la Constitución, tal como ocurriera en Venezuela y Ecuador.
Una vez en el poder, el presidente de facto Roberto Micheletti, negó que en Honduras se hubiera producido un golpe de Estado. Al respecto sostuvo: "Simplemente me limité a cumplir con una orden judicial porque el depuesto mandatario estaba infringiendo las leyes”. Asimismo, aseguró que Zelaya estaba quebrantando las normas de su país al convocar a una consulta popular: un instrumento democrático de participación ciudadana, donde se cita al pueblo para que exprese su opinión acerca de algún aspecto de vital importancia, cuando los gobernantes creen que una decisión próxima a ser tomada es de trascendencia nacional.
Calle céntrica de Tegucigalpa
A partir del 29 de junio, el día después del golpe, la comunidad internacional comenzó a mostrar su preocupación por la situación hondureña. Por ejemplo, los presidentes de Costa Rica y Ecuador condenaron el accionar y exigieron la restitución del depuesto mandatario. También expresó su enérgica condena a la operación militar, el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, quien además solicitó que la Organización de los Estados Americanos se mantenga en asamblea permanente. En tanto, el venezolano Hugo Chávez, manifestó en varias oportunidades la convocatoria a la comunidad internacional para derrotar a Roberto Micheletti. Sin dudas, Chávez fue el que con mayor claridad denunció que el golpe en Honduras era funcional a los intereses de los Estados Unidos. Muchos sospechan lo mismo, pero nadie dice nada para no morder la mano de aquel que muy pocas veces nos dio de comer.
Mientras los mandatarios de Latinoamérica, hacen equilibrio entre la condena formal y el salto al vacío diplomático, que representaría acusar directamente a Estados Unidos de la crisis institucional hondureña, Manuel Zelaya se encuentra en la embajada de Brasil, en Tegucigalpa, esperando que alguien vaya a su rescate.
Sin duda, el golpe de Estado es un condimento más que complica la relación política en el interior de un continente que, más allá de las particularidades de cada gobierno, viene recorriendo un camino de mayor autonomía, lo que ciertamente pone nervioso a los Estados Unidos y a sus aliados estratégicos. Es obvio que se está ante un laberinto y que, hasta el momento, mucho se ha dicho pero poco se ha hecho.
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