jueves, 24 de septiembre de 2009

Ensayo periodístico- Golpe de Estado en Honduras


Cátedra: Periodismo Especializado: Periodismo Político
Profesor Titular: Oscar Enrique Bosetti
Auxiliares Docentes: Javier Miranda - Esteban Olarán
Alumna: Sterli, Victoria
Triste retorno del vicio latinoamericano: el golpe de Estado

América Latina es un territorio acostumbrado a las caídas y los golpes. Hoy el que sufre es el pueblo hondureño. No debemos quedarnos con los brazos cruzados.

Represión, toma del poder político de modo violento, terrorismo de Estado, muertes, censura, proceso de reorganización nacional, o como prefiero llamarlo, proceso de destrucción nacional, son cuestiones harto conocidas para nosotros, los argentinos. Y si analizamos el tema más allá de nuestro país, vemos que durante muchos años el golpe de Estado ha sido un instrumento habitual para el derrocamiento de gobiernos en toda Latinoamérica. La pobreza, la insuficiente madurez política, económica y social, y la tradición de liderazgo militar, han hecho que muchos países estén propensos a atravesar este tipo de situaciones.
Hace 25 años hablar en América Latina de golpe de Estado era algo habitual. Pero con la consolidación de la democracia en los 80 y 90, no había vuelto a ocurrir nada semejante. Excepto en Venezuela, donde tuvo lugar el golpe de Estado contra Hugo Chávez en 2002.
Pero el triste vicio del golpismo no pudo quedar en el pasado y su retorno sucedió en Honduras, donde las Fuerzas Armadas decidieron secuestrar y deportar al mandatario Manuel Zelaya, el 28 de junio pasado. Desde ese momento el país vive un feroz ataque en contra de la soberanía, pero el pueblo no baja los brazos y no se cansa de luchar por sus derechos.

Expresión del pueblo en Tegucigalpa

Todo comenzó aquella madrugada de domingo cuando el sol intentaba asomarse. José Manuel Zelaya fue sorprendido por 200 soldados que lo sacaron de la residencia presidencial de manera violenta, y lo trasladaron a Costa Rica. Para ese mismo día, el jefe de Estado había organizado una consulta popular, con el objetivo de saber si el pueblo estaba de acuerdo con colocar una urna especial en las elecciones generales del 29 de noviembre. Zelaya intentaba lograr una democracia participativa que diera realmente poder al pueblo, pero los militares -ante esto- le arrebataron su puesto.
Esa misma tarde, el Congreso Nacional aprobó por unanimidad la destitución del presidente, argumentando que el mandatario había cometido violaciones a la Constitución Nacional, y tras leer una supuesta carta de renuncia que fue desmentida por el mismo Zelaya. El presidente de la Cámara, Roberto Micheletti, fue nombrado como jefe de Estado, y decretó toque de queda por al menos 48 horas.
Me tomo la atribución de hacer en este momento una salvedad. Ya que considero que en el caso de que el destituido presidente haya cometido alguna falta o delito, el país cuenta con las leyes vigentes para determinar su responsabilidad. Pero está claro que las fuerzas militares descartaron por completo esta opción, prefirieron recurrir al golpe de Estado, disfrazando la situación con palabras vacías y reprimiendo al pueblo.
Es un crimen más en contra de la democracia, no caben dudas. No existe el mínimo respeto por la ley, ni por los derechos humanos. Pero mientras tanto algunos absurdos organismos internacionales y gobiernos discuten si es un golpe militar o no, desde la hueca formalidad del Estado de Derecho. Pero la verdad es que las funciones presidenciales fueron interrumpidas violentamente; balas y bombas son las respuestas que obtiene la sociedad; además se intenta silenciar y reprimir a los medios de comunicación contrarios al régimen para asegurar el triunfo de su acción. Entonces, ¿cabe alguna duda de que Honduras sufre hoy el triste retorno del golpe de Estado? Algunos podrán negarlo, pero para este pueblo es una realidad.
Tras casi tres meses de haber sido desalojado del poder, Zelaya ingresó este lunes a su país eludiendo controles fronterizos y se recluyó en la embajada de Brasil en Tegucigalpa. Millares de personas se reunieron para recibirlo, mostrando su incondicional apoyo, pero la represión que sufrieron demostró una vez más que el poder político controlado por este régimen nada patriota, sería difícil de arrebatar. Pero no imposible.


Hondureños en la embajada de Brasil, apoyando a Manuel Zelaya

Sin lugar a dudas, todos sabemos que América Latina tiene una larga y dolorosa historia de dictaduras y complicidades de muchos sectores que estuvieron al servicio de la opresión y dieron lugar al terrorismo de Estado. Por ello, hoy los gobiernos latinoamericanos apoyan a Zelaya, y los grupos de derechos humanos condenan la represión. Es un primer paso, pero considero que la posibilidad de cambio se encuentra en el pueblo que es capaz de transformar la coyuntura actual. Una forma de apoyar a la resistencia hondureña es divulgar lo que está sucediendo, no ser indiferentes. Porque si somos botín del silencio, nos hacemos cómplices de las injusticias.

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